Los que escriben
tienen los huesos más fuertes,
sus corazones llenos de memoria,
sus rizas cubiertas de lagrimas.
No se alimentan con fruta o carne,
pero se aseguran de que nosotros
no nos quedemos hambrientos.
Los que escriben
nos inspiran, sorprenden,
enamoran y abandonan, imaginando
todos nuestros sueños con letras.
No se dejan decepcionar con
la lastima del amor o muerte, para
que nosotros podamos seguir con esperanzas.
Los que escriben
viven sin rencor y sin lamentar
lo que han hecho, por lo tanto
sus aventuras a veces los dejan solos.
Nosotros tomamos sus aventuras
y los hacemos parte de nuestra cultura,
cuidando la humanidad con la red del idioma.
Los que escriben
mantienen con ellos el secreto
de la juventud; sin el cuento y poesía
no hay manera de hacer la imaginación bailar.
Ellos no se dejan envejecer por falta de
energía o creatividad, para que uno
siempre podrá entender la maravilla de vivir.
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